Salud, compañía.
Una vez más pongo a prueba mi capacidad para tratar temas imbéciles hablando de algo tan gilipollas y mundano como son los revueltos. Tantas y tantas veladas en torno a un paquete de revueltos, divagando sobre lo divino y lo humano, tenían que fructificar por fuerza en un documento escrito, para que las nuevas generaciones comprueben como se pueden extraer perlas de sabiduría de algo tan aparentemente insustancial como es un paquete de aperitivos salados. Los revueltos, como el parchís y el fútbol, son un fiel reflejo de la vida, aunque no se lo crean.
Memeces aparte, me gustaría que respondieran especialmente a las preguntas en torno a las diferentes acepciones de los revueltos en las distintas regiones de la península. ¿Como le llaman a los pepes fuera de Euskadi, por ejemplo? Obviamente, también son libres de proclamar su aversión a los garbanzos o de erigirse en firme defensor de la inclusión de las pasas en los ya míticos paquetes del Señor Churruca. Aunque si lo prefieren, también pueden cagarse en mis muelas por haberles hecho perder un tiempo semivalioso leyedo semejantes patochadas. Faltaría más.
Ah, también querría aprovechar estas líneas para instar a todos aquellos que me han dicho alguna vez "¡Hey, tío, la tascauer mola!" a que me lo digan por escrito en los comentarios, con alabanzas varias, números de teléfono, DNI, y foto en bikini si se trata de una mujer. Inflen mi ego mientras estoy sobrio, que los elogios, de fiesta y con cuatro cubatas encima, caen indefectiblemente en el olvido.
Afectuosos saludos para todos y especialmente para aquellos más cercanos con los que he compartido millones de paquetes de este legendario producto. Nos vemos, coolpeibols.
Y de que manera...
